Hola, aquí estoy de nuevo, como cada mes, para hablarte de las emociones o de temas relacionados. El artículo de hoy trata sobre las emociones y está inspirado en una anécdota que me ocurrió mientras escribía el artículo del mes pasado. No sé si lo recuerdas o quizás no lo hayas leído.
Aquel artículo se titulaba «El miedo como guía: convierte tu miedo en tu maestro».
Últimamente, utilizo herramientas de inteligencia artificial (IA) para corregir la ortografía de mis textos, darle forma a frases que me cuestan o incluso mejorar la fluidez general. Sin embargo, ocurrió algo curioso mientras revisaba ese artículo: la herramienta detectó que repetía muchas veces la palabra «miedo» y me propuso sinónimos para variar el lenguaje.
Los sinónimos sugeridos fueron «ansiedad», «temor» y algunos otros. Fue entonces cuando me quedé sorprendida y le «dije» a mi amigo el robot: «Creo que estás equivocado, ansiedad y miedo no son lo mismo». Y aunque «temor» podría considerarse cercano, tampoco es exactamente lo mismo. Quizá para una novela o un relato literario podrían intercambiarse, pero no en un artículo que busca hablar de emociones como herramientas para mejorar nuestra salud emocional.
Ansiedad, temor y miedo: parecidos, pero no iguales
El temor y el miedo pertenecen a la misma familia emocional y comparten ciertas similitudes, pero no son idénticos. Para aclararlo un poco, aquí te dejo un enlace donde puedes encontrar una lista extensa de emociones que puede ayudarte a identificar sus diferencias.
Hoy quiero aprovechar esta confusión de la IA para hablarte de las diferencias entre ansiedad y miedo, porque son emociones muy distintas y comprenderlas nos ayuda a gestionarlas mejor.
El miedo: una emoción de alerta
El miedo es una emoción que actúa como una advertencia. Nos alerta de un peligro concreto y, si aprendemos a no pelearnos con lo que sentimos, puede sernos muy útil. Gracias al miedo, podemos prepararnos para afrontar inconvenientes, problemas o peligros, y tomar las precauciones necesarias para evitar un mal mayor.
En torno al miedo también pueden surgir otras emociones relacionadas, como el terror, la angustia o el propio temor. Cada una de estas emociones varía en intensidad y significado. Por ejemplo, no es lo mismo estar asustado que estar aterrorizado. El terror nos paraliza ante un peligro muy real e inmediato, mientras que el temor puede ser una sensación más moderada y menos intensa. Sin embargo, lo importante es entender que todas estas emociones tienen un propósito: ayudarnos a sobrevivir.
La ansiedad: una emoción de impulso
La ansiedad, por su parte, tiene matices diferentes. Es un impulso que nos pone en acción: nos impulsa a hacer algo para sobrevivir, como comer si tenemos hambre o huir si percibimos un peligro. Es común que en momentos de estrés, peligro o incertidumbre experimentemos tanto miedo como ansiedad al mismo tiempo, ya que ambas emociones están diseñadas para protegernos.
A pesar de sus similitudes, la ansiedad tiene una sintomatología propia. Por ejemplo, cuando estoy ansiosa, puedo sentirme paralizada si pierdo el control de la situación. Pero, si logro calmarme, respirar y observar lo que realmente está sucediendo, poco a poco puedo recuperar la serenidad. Con el miedo esto no sucede de la misma manera, ya que no suele desbordar al cuerpo como lo hace la ansiedad.
Ambas emociones tienen sensaciones físicas diferentes, y entenderlas nos ayuda a identificar mejor lo que estamos sintiendo en cada momento.
El poder de identificar nuestras emociones
Sé que puede parecer complejo distinguir entre estas emociones, pero el primer paso es aprender a identificarlas en el cuerpo. Desde la mente puede ser difícil diferenciarlas, pero si prestamos atención a nuestras sensaciones corporales, poco a poco lograremos hacerlo con más claridad.
Identificar y comprender nuestras emociones es un ejercicio de autoconocimiento que nos acerca al bienestar. Tanto el miedo como la ansiedad tienen un propósito: ayudarnos a sobrevivir y adaptarnos a lo que ocurre a nuestro alrededor. Sin embargo, es importante recordar que no somos nuestras emociones; ellas son mensajeras, herramientas que nos guían para vivir de manera más consciente.
¿Te animas a observar tus emociones con curiosidad y compasión? Este puede ser el primer paso para fortalecer tu inteligencia emocional y cultivar una relación más saludable contigo mismo/a.