Cómo Sara, se hizo dueña de su vida.

Cómo Sara se hizo dueña de su vida

Hay momentos en la vida en los que necesitamos ayuda.

De repente, no sabes qué te ha traído hasta el punto en el que estás. Nada te hace feliz y no tienes ni idea de por dónde empezar a poner claridad en tu vida.

Es más, esa tristeza y angustia emocional tenía un motivo muy claro:

No estaba viviendo la vida que quería. Es más, no era dueña de mi vida, mi trabajo no me gustaba nada y además sentía que me había adaptado al mundo que me rodeaba. Por esta razón necesitaba la aprobación constante del universo para tomar cualquier decisión. La consecuencia era que no hacía más que darle vueltas a todo. Por lo tanto la falta de herramientas para gestionar mis emociones, hizo que me sintiera sumamente frustrada:

¡Siempre había sido capaz de controlar todo y ahora se me iba de las manos!

¿Cómo me hice dueña de mi propia vida? Pues conocí a Ángela por casualidad, y un día aparecí en su consulta. Ese día no entendí la mayor parte de las cosas que ella me dijo. Por esta razón mi cabeza empezó a estar aún más preocupada por todo…

Pero algo me dijo que debía confiar en ella…

Poco a poco me fue dando herramientas y enseñando cómo utilizarlas. Finalmente aprendí a respirar, a aceptar la realidad que tenía, además de actuar conforme a ella. También aprendí a escuchar las señales que manda mi cuerpo y a poner límites saludables. Me enseñó a vivir de manera más consciente y como consecuencia aprendí a respetarme por encima de todo.

Debido a esto, poco a poco, la ansiedad y el malestar fueron mermando hasta desaparecer.

He ido tomando decisiones hasta hacerme «dueña de mi propia vida». Aunque, si miro hacia atrás, sonrío al darme cuenta de que muchas de esas pequeñas decisiones han hecho que mi vida haya dado un giro de 180 grados: dejé el trabajo que tanto malestar me proporcionaba, encontré un nuevo trabajo con en el que disfruto, mis relaciones han mejorado muchísimo y estoy en calma conmigo misma.

Pero, por encima de todo, he recuperado la ilusión y las ganas de aprender.

Gracias, Ángela!